Todos los Putos políticos viven cara al culo: porque no ven nunca más allá de su Puta nariz

La DiPUTAción de Granada se gasta en un puto viaje de sátrapas provinciales lo que cualquier familia de proletas –aunque digan que no existe el proletariado existe aquí, allá y hasta en acullá– necesita toda su Puta existencia para amortizar la puñetera hipoteca que los Putos Bancos le obligan a contratar para conseguir su derecho constitucional -jaja, jaja: pero qué puñetas es ESO- a una Puta vivienda.

Si es que no hay Derecho. No hay ni siquiera Estado. ¿Cómo diablos va a haber algo parecido al Estado en este puto Reino FrancoBourbónico de los Bribones?

En tan sólo una cena se gastó la DiPUTAción de Granada la módica cantidad de 101.317 €. Y encima no fue un dinero que se usara para intentar erradicar el hambre en alguna comunidad del mundo. No. Fue un dineral que en plan imperialista se gastaron para darle de comer al que ya está más que satisfecho: superalimentado. Encima eso se hace para celebrar subrayando el lado gay del mesías poético Federico García Lorca en Buenos Aires. ¡Demasié para el body!

Al menos Federico supo poner en solfa hasta su propio nombre cuando escribió aquellos impactantes versos:

¡Qué extraño eco me devuelven los juncos

cuando a su paso pronuncio mi nombre!

¡Qué extraño suena entre los pobres de mi

tierra cuando se me llama Fe de rico!

No importa si Federico fue homosexual o no. Eso es lo de menos para un festín pantagruélico. Lo demás es que encima se use su nombre para explotar la prostitución transexual del turismo pornocapitalista. Claro: la Junta de Andalucía tiene que expandir por los siete mares que el erario público se hace cargo de la cirugía estética de las mercancías transexuales. Y: ya nos contarán con todo lujo de detalles que quien se cambie sus órganos genitales gracias a sus quirúrgicas intervenciones podrá adecuarse como nadie a su identidad más genuina y originaria: hacerse prostitut@ vendiendo al por menor sus encantos corporales. Hay que ser demasiado cretino para dejarse engañar por tales gerifaltes.

Y encima de todo se nos quiere vender la moto averiada. Sí, es cierto y se sabe, que la sexualidad se puede vivir de múltiples maneras sin necesidad de tener que adecuarse a los preceptos de la puta religión del pornocapitalismo que genera más maleficios que beneficios. Se puede ser gay –alegre y divertido–, homosexual o lesbiana, pero lo que no hay derecho es a que le jodan a uno la vida entrando en un puto quirófano cientos o hasta miles de veces como si fuera una puta mercancía averiada que cada dos por tres necesita ser gobernada.

La sexualidad no necesita, como el amor tampoco, de contratos mercantiles para poderse vivir a placer. Y resulta más que sintomático que cuando las familias heterosexuales que se hacen pasar por monógamas –hipocresía moral del engaño y el fingimiento– son definidas por la psiquiatría como células de la desorganización social del terrorismo doméstico, van las supuestas parejas de homosexuales y celebran como un éxito profundo lo que no es más que la constatación de un rotundo fracaso: el matrimonio. ¡Qué imbecilidad más bien planificada!

Y encima parece que su metafísica basada en la supuesta identidad sexual no puede ser criticada por nadie. Hay que creer en ella con fe ciega y a pies juntillas.

Pues no. No estamos de acuerdo. Apostamos por el comunismo libertario y el amor libre. Y creemos que los Estados –aunque fueran justos y estuvieran gobernadas por gentes austeras, honradas y competentes ¡que no es el caso, obviamente, al menos, no in Spain!– no deben de meter sus narices en las esferas más íntimas de los sujetos reales de derecho. Deben de estar al margen. Y no pasarse ni una chispa de la raya.

Así que en la DiPUTAción se deberían de vaciar menos los bolsillos con palabras que en la boca de sus sátrapas sólo se prostituyen como puedan ser las que con tanta mala idea suelen usar en sus discursitos de niñat@s progres como son: izquierda, ecología, socialismo, feminismo o sostenibilidad. Si hubiera lo que hubiera de haber: una revolución auténticamente POPULAR pondría a tales villanos en su sitio: LA PUTA CALLE. Y, encima, sin un euro que gastar gratuitamente.