Al modo y manera que tan cansinamente escribía uno de sus maestros se podría decir que en este caso hay varios síntomas que convendría ir aclarando.
Los síntomas era un palabro que se usaba mucho por la estirpe pseudomarxista del chiflado criminal Luisito Althusser. Pero ¿no pertenece esa lectura de los síntomas a una concepción médica del cuerpo? ¿No es un síntoma, acaso, lo previo para poder después diagnosticar una enfermedad? Fuera como fuese, veamos. Vamos a ver.
El 29 de julio de este año se cumplían los diez años del suicidio de Javier EGEA en su piso zaidinero de Graná. Y su otrora amigo Álvaro SALVADOR publicó un artículo en el diario de la pseudointelectualidad del mester de progresía La Opinión de Granada que tituló EL LEGADO. Curiosa forma de homenajear a su antiguo amigo.
No lo recordó por ninguno de sus más que inolvidables versos. Los poemas de Javier EGEA tienen un algo muy especial: una vez que se leen y se releen sus palabras se pegan a nuestra memoria poética. Parecieran sus versos que fueran el recuerdo homérico de la palabra que se necesita para contar nuestras míseras vidas. No pasa nada parecido con ninguno del resto de los escribidores de rima -o no- a las que por vagueza mental se les conoce como poetas. A quién, una vez que lee "Poética", "Noche canalla", "Sobre el papel", "El Otro romanticismo", el principio de Troppo Mare, etcétera y por fortuna etc., no le entran unas ganas inmensas de copiarlos y difundirlos en cartas, blogs o simplemente enamorarse de alguien recitando esa inaudita potencia de la poesía de tan inconfundible raíz común...
No. Álvaro "El Mesías de las Buenas Letras de Cambio" no habló de la poesía de Javier Egea. Escribió mal -muy mal- acerca de un acto en el que se presentaba el inmenso trabajo que a los editores les ha llevado más de siete años en poner en orden: la riqueza de la obra publicada y póstuma del poeta granadino. Él no estuvo presente. Mandaría a alguien a que le hiciese la crónica. Porque sino no se entiende cómo un señor catedrático de Literatura Hispanoamericana pueda desbarrar tanto. No resulta nada extraño que su tesis doctoral fuese efecto de una muy especial donación ante tanta incapacidad para estudiar, investigar, escribir, razonar o, sencillamente, pensar. A saber cómo se hizo de la Cátedra...
En su artículo no daba una. ¡Vaya! que se equivocó en la fecha, en el sitio y hasta en los nombres. La fecha la colocó en mayo, del lugar también erró y habló en clave de petición de censura: algo así como diciendo cómo os habéis atrevido a usurpar el mismo lugar de la Academia de las Buenas Gentes -perdón, creo que es sólo de las Letras, aunque no sé si se referirán a las de Cambio- y cómo os lo han permitido. Insensatos. Majaderos. Lo pagaréis caro. Vaya osadía la de estos supuestos editores de tres al cuarto. Y ¿de los nombres? Ante tanto desbarre y despropósito se inventó hasta el nombre de un tal PÍO MORA. No sabemos si algún lacanito recibirá el encargo y estudiará el lapsus. Pues merece toda una investigación freudiana que analice el inconsciente -no sólo ideológico- de un sujeto tan abyecto y miserable. ¿A quién tenía en mente cuando escribió ese nombre? ¿A Pío Moa? ¿A Pío Alcántara? ¿A Gregorio Morán? ¿A Ángeles Mora? ¿A ...?
Ya en la primavera pasada, la Cátedra Federico García Lorca que dirige el poeta y profesor Antonio Carvajal, se proyectaron unas Jornadas de Homenaje a la Poesía de Javier Egea. No se hicieron. Por qué. Pues por los enredos mafiosos de los clanes de poder que anidan como ratas en los laberintos de la Universidad granadina. ¿Prohibición? ¿Censura? Esos clanes transmutan en plan alquímico los valores. Hacen pasar lo negro como blanco. Curiosamente la desinformada opinión pública mundial cree que fue el profesor José Antonio Fortes el que fue juzgado en octubre de 2008 y hasta condenado. Y no. Los hechos, el juicio y la sentencia hablan de otro sujeto tan vil y abyecto como el que escribió en La opinión el artículo de marras. Hasta el recién fallecido Mario Benedetti fue mal informado para que su firma constase en un documento en el que se exige que si eres un reconocido poeta laudeado con las mieles del éxito y catedrático universitario puedes insultar, amenazar, difamar, extorsionar a cualquiera que se te ponga por delante. Si tienes tanto poder como el innominado puedes fulminar a cualquiera que pretenda cuestionar hasta tu sombra. Hasta la mismísima Asamblea que se celebró a principios de diciembre de 2008 de Izquierda Hundida no tuvo ningún empacho en sacar un documento para apoyar los privilegios que han de poseer ciertas élites culturales. Vil y repugnante muestra de abuso de poder por parte de la totémica y anticorrupta siniestra transformadora.
El acto al que mal aludía don Alvarito en su artículo iba a formar parte de las Jornadas censuradas y prohibidas. El trabajo de los editores tenía un valor incalculable por sí mismo y se batalló duro para poder presentar su proyecto en el Centro Artístico, Literario y Científico de Granada el 18 de junio de 2009.
Don Alvarito si realmente hubiera sido tan buen amigo de Javier creemos que se habría alegrado muchísimo de que por fin su obra comenzara a salir a la luz. Y, sin embargo, su estrategia ha sido otra. Muy otra. ¿Cuál? Desprestigiar hasta no se sabe dónde a las personas que en estos años sólo han intentado que el legado de Javier no se muera en el olvido. Sabe camuflar sus golpes. Sabe adornarlos para que parezcan realmente lo que no son. Y es que en realidad, al parecer, le duele muchísimo que haya gentes desinteresadas que trabajen, estudien y sepan valorar en los poemas de Javier la material historia de la poesía más excelente de nuestro tiempo.
Cualquiera puede leer los numerosos comentarios que se han ido añadiendo de manera espontánea al artículo del letrateniente de la Facultad de Letras. Resulta muy sintomático que nadie rompa ni una lanza por apoyarlo. Creo que se sabe muy bien de qué materia está hecha la palabra de tan miserable y patético articulista. Hay mensajes que no dejan lugar a dudas. Muestran conocer, desde tiempo ha, al personaje.
Esperemos que en breve el trabajo de Pío Alcántara y de Juan Antonio Hernández García pueda ver la luz. Sería impagable nuestra deuda para con ellos si esos cuatro inmensos volúmenes que presentaron en aquel acto del mes de junio pudieran ser leídos como se merecen en una página web de internet. Es lo mínimo que merece el inconfundible legado de un poeta universal como fue Javier EGEA MARTÍNEZ, conocido por sus entrañables como "Quisquete".
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