Hay personas que no responden al típico tópico. No es que persona haya que tomarlo en latín por máscara y blablabla para al final no decir nada... Si no que hay gente que no se puede abarcar en un simple abrazo porque son más anchos que un viejo roble y encierran algo más que múltiples mundos. Es el caso, por ejemplo, del septuagenario Paco Ibáñez. Hace unos días estuvo en el ciclo zubiético de Poesía en el Laurel. Nos entregó algo más que un momento de gozo o un simple motivo para el recuerdo.
Paco Ibáñez no es un simple mortal. Es algo así como un HOMBRE-INSTITUCIÓN. Él solito a lo largo de los años ha sabido labrarse con mucho tesón, esfuerzo, coraje; como si él sólo fuera una especie de Enciclopedia de la Literatura adaptada para ser recitada y acompañada con la humilde simplicidad de unas sencillas y modestas notas musicales. Y consigue unir gracias a su voz la palabra de la poesía escrita durante siglos en las más que complejas lenguas de los distintos pueblos que componen el actual Reino de las Españas.
Sólo él ha hecho más porque la literatura salga de los recintos, de los claustros, de los códigos a los que los sempiternos dividendos de la plusvalía nos quiere acostumbrar y con los que se encuadran a los distintos géneros literarios que cualquier Facultad de Letras de la Universidad que cualquiera pudiera elegir como modélica. Acaso: ¿hay alguna que pudiera disputarle solo un pedacito de su magna obra? ¿Quién en una Facultad de Letras, por ejemplo, enseña a amar leyendo a plenitud lo mismo a Rafael Alberti que a Gabriel Celaya o a Manrique lo mezcla con Quevedo y ayuda a entender las disputas de éste con Góngora? En el instituto de La Zubia, seguramente habría corrido la misma mala suerte que un profesor de filosofía, pues le habrían abierto un expediente por recitar los versos de Samaniego si los hubiera utilizado para explicar el amor platónico a los adolescentes sin ir más lejos. Y, sin embargo, se le ningunea como si lo que ha hecho careciera de importancia y no tuviera valor alguno.
Hay gentes que le critican -en muchos casos sin fundamento- lo que hace. Especialmente aquellos que opinan que todo lo estético es una puta cuestión de gustos -y, además, se creen que son de índole- personales. ¡¡¡Animalicos!!!
Hablar de lo que nos ha regalado Paco Ibáñez nos llevaría un espacio y un tiempo bastante extensos. No es este el momento. Sí queremos dejar constancia de que pese a que todo el mundo que nos habla de los veranos del Convento de San Luis del Real en La Zubia como si fueran algo mágico, nosotros no vemos esa magia por ningún lado. Y, en el caso del día del arreglista vascofrancés, menos aún. Qué quieren decir con lo de la magia. ¿Es que no tienen más vocabulario que magia, espíritu, alma para hablar de lo que hace la poesía y las otras artes con nuestras facultades más humanas y materiales?
Al público le faltaba algo más que chispa. Los comentarios de Paco Ibáñez sonaban como si quien los hiciera fuese una especie de extraterrestre, sonaban tan raras que parecían algo así como palabras de un marxiano en medio en una atmósfera de bribones del Reino de la socialmonarquía FrancoBourbónica. Algo fallaba en el ambiente. Una atmósfera bastante pestilente rodeaba el escenario. No había COMÚN UNIÓN entre las palabras del artista y los oídos del público... Ya habrá otros momentos para comentar con más calma algo así como nuestra intuición lorquiana, la de aquel Lorca que pidiera otro público para su teatro... más subversivo.